“Las mejores vistas de Madrid están aquí en Vallecas[...] Me parece más peligroso, Ana Rosa, el rollo de aislar a alguien, este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, que no saben lo que es el transporte público, que no saben lo que cuesta un café”

No seré yo quien critique a una persona por comprarse un chalet por valor de 615000 euros, una cifra totalmente desorbitada para cualquier ciudadano medio por muy profesor de universidad que sea. Me parece totalmente lícito gastarse lo que a uno le parezca en lo que quiera si este dinero se lo ha ganado sin robar, sin engañar, fruto de su trabajo, pero ese no es el problema en el caso de Pablo Iglesias.

El problema es la coherencia con lo que se predica; Podemos se ha cansado de criticar cómo la clase política se aleja de la realidad de las personas conforme se asientan más en el sistema representativo; de cómo los políticos se erigen como una clase, esa casta de que hablaban, -y apoyándose en un discurso populista de austeridad en las instituciones han hecho creer que el problema eran los políticos, sus coches oficiales y sus viajes en 1ª clase, imponiendo su gestión “impoluta” y sus bicicletas.

Ese discurso a mi parecer es muy peligroso porque por un lado no soluciona el problema de origen, que no es ni más ni menos que el sistema de producción capitalista; por otro lado siempre puede llegar alguien con mucho poder económico que pueda superar esa propuesta de austeridad, alguien que no necesite cobrar de la política y hacerlo gratis.

No es la primera vez que se escucha a alguien decir que si Amancio Ortega fuera presidente del gobierno todo iría mejor porque es un tío que sabe gestionar, a Donald Trump me remito ¿os imagináis a Florentino Pérez al frente del gobierno? Los intereses de la clase dominante puestos directamente en el gobierno.

Sin embargo hay algo que me escandaliza más todavía en todo esto; el resultado del entrismo donde el supuesto revolucionario es engullido por el sistema que intenta destruir desde dentro.

Analizando este caso en concreto, unas personas adquieren un chalet en una zona de lujo por 615000 a crédito durante 30 años, una cifra muy superior a lo que alguien normal podría pagar, y que en este caso lo puede hacer bajo este contexto laboral concreto, el sueldo de diputado y todo lo que conlleva alrededor. Esto significa 30 años -en el caso más suave e inocente porque claro luego vendrán los hijos la escuela privada, etc- haciendo política para mantenerse en ese contexto laboral, es decir, 30 años manteniendo el orden establecido que no es otro que el que cumple con los intereses de la clase dominante, pasando de ser un revolucionario, si es que lo fue alguna vez, a un profesional de la política, a alguien que hace de la política su medio de subsistencia y por consiguiente antepondrá sus intereses a los de las personas que representa, es decir, haciendo del medio para lograr un fin, el fin en sí mismo, de explotar las contradicciones mediante el institucionalismo para destruir el capital a quedarse con el poder político dentro de los límites del capital.

En la lucha sindical ocurre algo parecido; se plantea la batalla como medio para explotar las contradicciones del capital pero conforme se van consiguiendo conquistas las condiciones materiales cambian y la percepción de la realidad de los sujetos con ella, pasando así a ser el medio para conseguir un objetivo, el objetivo en sí mismo.

Los comunistas pretendemos socializar los medios de producción, no el consumo, pero un comunista debe ser coherente con sus ideas y con lo que predica y ya en más de una ocasión ha quedado claro quién es Pablo Iglesias, quiénes son ellos y esta es una más que se suma al carro; no, no es ni son comunistas.

Por eso es necesario anclar externamente esos objetivos y diferenciar claramente entre medios y objetivos. La lucha institucional y parlamentaria como altavoz y la lucha sindical como generador de contradicciones para acabar superando el capitalismo con la construcción del socialismo.

 

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