Sin más pretensión que lanzar una primera reflexión casi epidérmica sobre lo que es y significa el concepto/valor del Partido para un militante comunista, me lanzo a escribir estas líneas movido, ya no tanto por mis propias inquietudes e ideas, sino por el acumulado de conversaciones y sabias opiniones recibidas a lo largo de los últimos meses por parte de cientos de camaradas. En debates orgánicos y en amigables conversaciones, he tenido el privilegio de oír a mis camaradas importantísimas reflexiones en torno a la imprescindible referencialidad del Partido en su proyecto de vida.

Habrá quienes digan que esa es una cultura superada; que la confianza en la capacidad superior de lo colectivo ya no se corresponde a los tiempos que corren, que ya hoy no es imprescindible unir tu fuerza a la de otros para mover la sociedad, porque lo que hoy es importante es que se mueva uno sin preocuparse de los demás, o que avanzando tú haces que todo progrese. No hay ninguna duda que el triunfo de lo individual frente a lo colectivo se sustenta en la desaparición del compromiso por la transformación social mediante la creación de consensos fundamentados en los esquemas de la ideología dominante. Cuando uno deja de referenciarse por su ser social y pierde la más mínima conciencia de clase, no solo anula la capacidad de organizarse en defensa de sus intereses y necesidades objetivas, pierde incluso la posibilidad de valorar la importancia del compromiso de quienes siguen organizados. Desclasados, lumpen, carne de cañón del fascismo del cara al sol y del fascismo “liberal” de los Ciudadanos de moda, es lo que se nos impone como lo moderno, pero nosotros y nosotras, las personas con conciencia de clase, no solo ya sabemos que eso es muy viejo, sino que tenemos muy claro que son nuestros enemigos.

Es la espiral de decadencia en la que se encuentra inserta esta sociedad en medio de la más profunda crisis estructural del capitalismo, ya solo hay una terapia eficaz contra la metástasis que la destruye sin alumbrar nada nuevo: El protagonismo de las masas, su voluntad de unirse en un esfuerzo colectivo que, en defensa única y exclusiva de sus intereses, destruya esta sociedad de explotación y alienación poniendo en marcha un proyecto de sociedad radicalmente distinta a la que hoy nos niega el futuro.

Así es sin duda y para ello trabajamos con el proyecto decidido de, como vanguardia, insertar nuestra ideología y programa entre las masas para reforzar su capacidad de organización y de lucha. Inocularles la ideología revolucionaria para que su lucha sea semilla fecunda del cambio revolucionario y no se agoste antes de fructificar. Un proyecto de futuro que más que necesario es urgente e imprescindible, pero que sin el Partido, sin ese centro colectivo de dirección política e ideológica, jamás se dará. No lo decimos por arrogancia, ni mucho menos por ser una frase hecha; para nosotros, los y las comunistas, ha sido la experiencia la que nos ha dado esa lección. Un aprendizaje acumulado en la lucha política y en las enseñanzas que nuestros veteranos y veteranas de la batalla contra el fascismo y de las grandes luchas obreras y populares del siglo pasado, nos han legado como patrimonio insustituible.

Sin el Partido no es posible nada, con el Partido todo está al alcance de nuestras manos; grabémonoslo como lo hicieron las anteriores generaciones de comunistas y sepamos transmitirlo a las nuevas generaciones de luchadores y luchadoras llamados a darle continuidad en su complejidad totalizadora al hilo rojo de la Historia que definitivamente nos liberará

Julio Díaz

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