En el enésimo episodio del golpe de Estado contra el Gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, nuevos agentes aparecen en escena con los mismos objetivos que en intentonas fracasadas anteriormente, pero que pretenden conseguir el mismo fin que ya se elaboró por el imperialismo norteamericano y la oligarquía venezolana desde el primer triunfo electoral del Comandante Hugo Chávez, allá por 1999.

Se acaban de cumplir 15 años (11 de abril del 2002) del secuestro y primer golpe de Estado perpetrado contra el Presidente Chávez, y el proceso golpista continúa en una fase diferente. Y cada fase de este proceso adquiere un grado de violencia superior por los fracasos de las anteriores intentonas, y porque el capital y el imperialismo no pueden esperar más para desbloquear la situación en la que se encuentran: la crisis general del sistema capitalista que no consigue remontar a pesar de la violencia impuesta contra la clase obrera a nivel internacional, y las guerras imperialistas desatadas en varias zonas del planeta.

La fase de las “guarimbas” que se orquestó en 2014 a partir del plan “La Salida” se saldó con 43 asesinados (la mayoría por escuadrones golpistas y algunos de ellos con tiros de gracia) y más de 800 heridos, sin contar las pérdidas económicas de los asaltos a edificios gubernamentales. Ese ambiente de violencia nuevamente recorre las calles de varias ciudades venezolanas, principalmente de Caracas, colocada como eco central en los medios de comunicación internacional, que desempeñan el rol “gobbelsiano” que el plan del imperialismo establece.

La actual fase del proceso comenzó con el informe de 75 páginas que el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, presenta el 14 de marzo con las prefiguraciones falaces que este organismo ya invocó para los golpes de Estado en Guatemala (1954), Brasil (1964), Panamá (1964), República Dominicana (1965), Chile (1973), Granada (1983). Este informe adquiere la categoría política de manifiesto golpista toda vez que enarbola la teoría del “caos” diseñada para el golpe de Estado de Pinochet en Chile, y que ha sido empleada para justificar las guerras en Iraq, Libia y Siria. La catalogación de “Estado fallido” a Venezuela iba acompañado de una petición de resolución del organismo exigiendo vías extrapolíticas y excepcionales, a través de medidas de fuerza y asedio, tanto en lo diplomático, como político y financiero. Cínicamente el informe del pelele Almagro, propone “restaurar la democracia representativa en Venezuela”, sobre la base falaz de “el Gobierno saboteó la mesa de diálogo”, “el Gobierno saboteó y terminó con el Referéndum Revocatorio”, “los niveles actuales de pobreza son superiores a los de finales de los noventa” (a pesar del informe FAO/ONU 2016 y la encuesta de Hinterlaces sobre la distribución alimentaria a través de los CLAP), “Maduro restringe la libertad de expresión y ataca a los medios de comunicación independientes”, “crisis humanitaria” (para justificar la intervención exterior), “el servicio de la deuda parece insostenible” (obviando la intervención saboteadora de los pagos de Citibank, JP Morgan, y las agencias Standard & Poors y Moody’s).

Este documento de guerra ha tenido su continuidad en el propio escenario de batalla como son las ciudades venezolanas, donde las convocatorias de los golpistas se realizan en ruedas de prensa de los portavoces de la Asamblea Nacional, que desde su constitución ha tratado de usurpar las funciones del Gobierno y la Presidencia de la República, en un pulso permanente que ha contado con la complicidad de Gobiernos reaccionarios.

El plan Venezuela Freedon II que el imperialismo yanqui tiene diseñado para la intervención directa a través de sus bases en Colombia y con su centro de operaciones en la base de Palmerola (Honduras), completaría el proceso que va a tener su punto caliente en la semana del 17 de abril, culminada con la gran convocatoria golpista para el 19. Rusia, China e Irán han anunciado envío de tropas en apoyo a Venezuela Bolivariana. Los frentes están abiertos, los pueblos se tienen que preparar contra la guerra imperialista.

Victor Lucas

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