En los últimos tiempos asistimos a una campaña orquestada por la oligarquía cuyo objetivo es crear una alarma social que favorezca la inmovilidad de nuestra clase ante el desmantelamiento programado del sistema público de pensiones.

El objetivo es hacernos creer que el sistema es insostenible y que está en quiebra. Es ir concienciándonos de que la capitalización, es decir, el sistema basado en el ahorro individual, es el menor de nuestros males y el premio de quienes se esfuerzan en el trabajo y en el ahorro.

Pues bien, esta campaña de descrédito a la viabilidad del sistema público de pensiones se basa en un conjunto de mentiras que pretenden la apropiación de las pensiones por parte de la oligarquía financiera.

La premisa fundamental y base de la farsa consiste en intentar confundir el sistema de pensiones en sí con el Fondo de Reserva creado por encargo de los Pactos de Toledo.

Desde entonces, las pensiones contributivas se pagan con el dinero del fondo que proviene principalmente de las cotizaciones a la Seguridad Social y este se ha vaciado gracias a las políticas destructoras de empleo, a la precariedad laboral, al ataque a los Convenios colectivos… A menores salarios, menores aportaciones.

Esa es la principal razón del déficit y no el incremento del gasto de las pensiones. Esta sería la segunda gran falacia.

Realmente, el gasto ha ido decreciendo en los últimos años, en relación con el PIB: el gasto ascendió al 10,7% del PIB en 2014, al 10,6% en 2015, y en los Presupuestos Generales del Estado para 2016 la estimación se quedó en el 10,4%.

Por otra parte, el gasto en pensiones de España es bastante inferior al de otros países de la Unión Europea de similar desarrollo económico.

Debemos refutar, asimismo, el bulo de que las pensiones en España “son muy generosas”. Esto lo desmiente el dato de que más del 50% tienen cuantías inferiores a 700 euros y el 70% no llega a 1.000.

Otro argumento frecuente es que el alargamiento de la esperanza de vida hará impensable un sistema de pensiones público basado en el reparto.

La trampa consiste en repetir hasta el aburrimiento que la clase trabajadora vivirá más años y el gasto, por tanto, será mucho mayor, haciendo insostenible las pensiones.

Los datos sobre la esperanza de vida se obtienen de calcular la media de la cantidad de años que vive una determinada población en términos absolutos. En realidad, nuestros mayores no viven más, lo que ocurre es que la mortandad infantil y juvenil es menor.

También se exagera el "peligro" que supone para la sostenibilidad de las pensiones, el cambio de la estructura demográfica y la inversión de la pirámide poblacional.

Decía el llamado "Comité de Expertos sobre las Pensiones" (la mayoría ligado al capital financiero) que las pensiones no son sostenibles porque la esperanza de vida había subido diez años desde el inicio del siglo XX, ignorando que el PIB ha aumentado nada menos que veinticuatro veces desde entonces

Concluimos que técnicamente las pensiones públicas son viables con medidas como la supresión de las bonificaciones a la cotización, la supresión del techo de bases de cotización, el incremento de tipos, la aplicación de medidas de progresividad... En este análisis coincidiremos con socialdemócratas, oportunistas y pactistas, pero diferiremos en las conclusiones.

Políticamente no es viable un sistema de pensiones público para una oligarquía acorralada por las contradicciones propias del sistema capitalista agonizante que necesita apoderarse de la totalidad de los recursos y derechos otrora conquistados por nuestra clase, para evitar lo inevitable: la caída tendencial de la tasa de ganancia.

Kike

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