¿Auge de la extrema derecha?

Nada menos que seis procesos electorales ordinarios se van a llevar a cabo en países de la Unión Europea durante 2017. En concreto, en Alemania habrá Elecciones presidenciales (febrero) y federales (agosto-octubre), en los Países Bajos generales (marzo), en Francia presidenciales (abril-mayo) y legislativas (junio) y en la República Checa legislativas (octubre). Falta por ver si a estos procesos se les suma alguno más como consecuencia de la inestabilidad de algunos gobiernos, como el de Italia tras el referéndum que provocó la dimisión de Matteo Renzi en diciembre pasado.

Una de las principales preocupaciones del establishment político y periodístico se encuentra en la posibilidad de que en tales Elecciones, sobre todo en las legislativas —pero también en las presidenciales francesas— puedan coger fuerza organizaciones de extrema derecha como el Frente Nacional francés, Alternativa por Alemania o el holandés Partido por la Libertad, caracterizados por un fuerte discurso xenófobo y racista, patriotero, proteccionista y contrario a la UE, que cuentan con crecientes apoyos según todas las encuestas.

Al hilo de los resultados del referéndum italiano, del Brexit, o de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, se demuestra que una parte nada despreciable del malestar de los sectores golpeados por la crisis económica —y por la extensión de las relaciones capitalistas a todo el planeta— está siendo capitalizado por opciones que no tienen nada de rupturistas, pero que enarbolan un discurso formalmente contrario al actual estado de cosas en la política europea y mundial.

Los y las comunistas —no sólo en España— hemos de preguntarnos cómo ha podido ser que la mayor parte del discurso contra la UE se esté basando en posiciones chovinistas y patrioteras y por qué no estamos siendo capaces de canalizar el descontento social hacia posiciones revolucionarias.

Lo cierto es que hoy están en tela de juicio, para una parte significativa de la población, las políticas de gestión del capitalismo, pero no el capitalismo en sí. La polarización creciente en el plano económico —los ricos son cada día más ricos y los pobres cada día más pobres—, fruto de la concentración y centralización de capital en cada vez menos manos, tiene como consecuencia práctica una proletarización de amplios sectores de las capas medias que, lamentablemente, se está sustanciando en un predominio de las posiciones ideológicas pequeño-burguesas en la mayoría obrera y popular, desarmada cultural e ideológicamente gracias a la ausencia —o a la traición— de muchos Partidos comunistas y a la preferencia por el pacto social de muchas de las principales organizaciones sindicales.

En ese contexto, por tanto, no es extraño contemplar cómo esos Partidos de extrema derecha precisamente comienzan a tener su auge cuando la socialdemocracia —nueva y vieja— vuelve a frustrar las expectativas de grandes sectores de la población al no poner en duda, al igual que las fuerzas liberales y conservadoras, los intereses del gran capital. La virtud —si tiene alguna— de esta nueva extrema derecha es que está siendo capaz de reorientar el descontento popular contra el gran capital, pero lo está haciendo de manera que no se pone en duda ningún fundamento del capitalismo, sino simplemente una parte de las consecuencias del capitalismo en su fase imperialista. Al igual que los nuevos socialdemócratas, son incapaces de interpretar adecuadamente las leyes de desarrollo capitalista, pero son más peligrosos porque abiertamente defienden políticas contra la clase obrera y el pueblo, la represión y el odio al diferente o al extranjero para la defensa de “su” capitalismo, de “sus” capitalistas.

El avance de fuerzas de extrema derecha, filo-fascistas o directamente fascistas, debe ser causa de preocupación para las fuerzas obreras y populares. Pero la solución no pasa por la reedición de fórmulas frentepopulistas que vuelvan a dejar la esperanza antifascista en manos de la socialdemocracia y el oportunismo. Es obligatorio recuperar, a la mayor brevedad posible, la capacidad explicativa y organizativa entre las masas, la articulación de una verdadera alternativa global al capitalismo, a sus monstruos y a sus monaguillos.

Ástor García

uyl_logo40a.png