Las realidades que componen el título del artículo tendrían poco o nada que ver. Aparentemente, así es. Sin embargo para la actividad de los y las militantes y del Partido, hay un nexo especial y necesario.

Sin querer abusar del principio de autoridad, aunque a veces sea saludable, ya Lenin advertía que “La clase obrera va de modo espontáneo hacia el socialismo, pero la ideología burguesa, la más difundida (y constantemente resucitada en las formas más diversas), se impone, no obstan-te, espontáneamente más que nada al obrero". Razón por la que se impone la necesaria intervención del Partido comunista con toda su capacidad y tensionado al máximo para aminorar la espontaneidad y conseguir que la clase trabajadora pase a ser una clase independiente política, ideológica, cultural y organizativamente.

Ahí es donde confluyen las dos realidades. Porque el centralismo democrático no es solo, insistamos en esto, un mecanismo organizativo más perfecto que otros. Que lo es. Tampoco es solamente el lugar en el que se encuentran dialécticamente la democracia y el centralismo, prevaleciendo una sobre el otro según las circunstancias. Con el centralismo democrático se produce la cristalización de la actividad de cada militante y de cada célula, al succionar de la masa trabajadora toda la situación real en que esta se encuentra: su estado de ánimo, sus inquietudes, sus vicisitudes económicas y de otro tipo, su predisposición a la lucha y a la organización, su actitud ideológica.

Todo ese material ideológico-político ya valorado y elaborado en Células y Comités se hace llegar al máximo órgano decisorio del Partido tras el congreso, al Comité Central, en donde se ha de convertir definitivamente en materia política, ideológica y cultural comunista y del Partido comunista. El Comité Central lo ha de transformar en cultura partidaria, en consignas políticas relevantes y producir orientaciones significativas para la actividad política.

Este material elaborado en y por el Comité Central, nucleado ya por el superior conocimiento y conciencia comunistas se devuelve para conseguir una actividad política centralizada al máximo, para que todas las Células del Partido comprendan y centralicen a su vez las directrices específicas, –por supuesto, con análisis concreto de la situación concreta del medio en el que se mueven–, y ejerzan su actividad política de manera que el acto político partidario sea lo más unánime y simultáneo posibles. Golpear en el mismo sitio y a la vez. Es la tarea de los Comités y Células del Partido. Se consigue interiorizando, es decir centralizando en las células la acción política vertida desde el Comité Central.

De esa manera se está en disposición de llegar a las masas allí donde se encuentren, dando por descontado que el y la militante comunistas está con ellas: en sindicatos, asociaciones y organizaciones vecinales, barriales, culturales, de alum-nos, de pensionistas, o en las de afectados por las insufribles calamidades con las que nos "deleita" el criminal sistema del capital. Las Células han de disponer, en la medida de lo posible, que cada militante ocupe un lugar de combate en las organizaciones en las que se organiza la masa trabajadora.

No debemos olvidar que la tarea continua e indeclinable del Partido consiste en un combate permanente contra la espontaneidad, en elevar la conciencia de las masas trabajadoras y populares hacia un grado superior de conciencia y organizativo. Hacia la comprensión y conciencia comunistas. Su desarrollo se realiza día a día de una manera lenta, gradual, aunque no exenta de saltos y sobresaltos, pues en momentos conflictivos se acelera. Pero el salto cualitativo hay que producirlo por nuestro hacer colectivo basado en la aplicación comunista de nuestra forma organizativa. Depende fundamentalmente de nuestra actividad política perseverante, tenaz y unánime en el lugar adecuado. Actividad franca y directa, comprensible para las masas, no forzándolas a la comprensión inmediata de la dictadura del proletariado, por ejemplo.

No olvidemos: Golpear en el mismo sitio y de forma unánime.

Julio Mïnguez

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