Los debates en el seno de la socialdemocracia están ocupando buena parte de la agenda política. Debemos extender con urgencia las posiciones comunistas, ante el previsible inicio de la tercera fase de la crisis capitalista.

El PSOE en sus momentos más bajos.

Como veníamos prediciendo, el sector del PSOE más ligado a los monopolios derrotó finalmente a quienes, como Pedro Sánchez, diagnosticaron equivocadamente que era el momento de aplicar las recetas socialdemócratas. No supieron apreciar que el momento actual, tras nueve años de crisis, poco tiene que ver con aquel noviembre de 2008 en el que el Gobierno de Zapatero aprobó el Plan-E, siguiendo directrices keynesianas. Las presiones de los poderes empresariales y mediáticos, reconocidas expresamente por Sánchez, apuntaban en esa dirección. La clase dominante, compartiendo los dictados de la Unión Europea, necesita en este momento profundizar en la línea de gestión liberal: más recortes y políticas antisociales en todos los frentes.

Según el último barómetro del CIS, el PSOE cuenta con una intención de voto del 17% y unos apoyos sociales anclados en la franja poblacional de más de 55 años. Por ahora, la Gestora ha pospuesto el debate congresual, mientras que Pedro Sánchez, tratando de conjugar los tiempos, ha retrasado también su contraofensiva. Por otra parte, habrá que ver el grado de deterioro de las relaciones entre el PSC y el PSOE, con el protocolo que rige sus relaciones gravemente amenazado.

El PSOE se mantiene en un serio riesgo de pasokización, cuya intensidad dependerá del desarrollo de la crisis capitalista y de la lucha de clases en los próximos años.

La reorientación de Unidos Podemos.

Ante el nuevo escenario político abierto tras la investidura de Rajoy y la conformación del Gobierno, en Podemos también arrecian los debates de cara a su segundo congreso, en el que la nueva socialdemocracia tratará de reorientar su estrategia. Mientras que el sector encabezado por Errejón habla de un Podemos que “ofrezca más garantías”, entendemos que al poder y a los sectores desencantados con la “vieja política”; el Podemos de Pablo Iglesias habla de “recuperar la calle”, e impulsa un movimiento partidista al que llaman “Avancemos”.

La nueva socialdemocracia se ha consolidado en el ámbito institucional, pero no ha conseguido sus objetivos de “asalto al Gobierno”, que no al poder. Y es que, al igual que hemos señalado en lo referente al PSOE, las clases dominantes no necesitan en este momento, ni desde el punto de vista del desarrollo de la crisis, ni tampoco tomando en cuenta el nivel de la lucha de clases, de una gestión socialdemócrata. Dicho de otra forma, desde un punto de vista económico las recetas keynesianas no son necesarias ni convenientes para la tasa de beneficios de los monopolios y, desde un punto de vista político, la clase dominante no necesita una coalición de fuerzas de contención en el Gobierno, pues su poder no se ve amenazado. España, por ahora, no es la Grecia del periodo 2004-2014.

Algunas conclusiones.

Las posiciones político-ideológicas deben analizarse en función de los intereses de clase que defienden. Desde ese ángulo, la absoluta falta de cuestionamiento del marco capitalista por la vieja y la nueva socialdemocracia, confirma su carácter burgués.

Los debates en el seno del PSOE y Podemos, y entre ambos Partidos, expresan la correlación de fuerzas entre la oligarquía en el poder, la mediana y pequeña burguesía y la aristocracia obrera, que han visto amenaza su posición de clase por la crisis capitalista. La democracia pequeñoburguesa y el movimiento obrero burgués se dan la mano para tratar de defender su porción de un pastel que reparte la oligarquía. Y lo hacen en el seno de los Partidos y empleando las corrientes ideológicas que tradicionalmente han conciliado sus intereses con los del bloque dominante oligárquico-burgués que dirige España.

Necesitamos convencer a los amplios sectores que siguen tras las filas de PSOE y de Unidos Podemos, de que no hay salida para la clase obrera y el pueblo en el marco capitalista. Para ello es necesaria una política elaborada, alejada del infantilismo ultraizquierdista y retórico, basada en los problemas reales de las amplias masas y en una estrategia revolucionaria hacia la toma del poder que parta de la necesidad histórica del socialismo-comunismo y de su posibilidad real, alejándose de miradas por el retrovisor que apunten a planteamientos superados por la Historia.

A nuestro modesto entender, se está gestando la tercera fase de la crisis capitalista. Si no logramos que la clase obrera pase a la ofensiva, las consecuencias serán gravísimas para decenas de millones de personas en nuestro país. La nueva socialdemocracia no ha cumplido todavía con su misión histórica. El PCPE tampoco. Hay que ganar la hegemonía en el campo obrero y popular, pues sin organizar una amplio y disciplinado ejército propio, difícilmente podremos derrotar al ejército enemigo.

RMT.

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