Finalmente ha ocurrido. El Reino Unido ha votado en referéndum por al salida de la Unión Europea. Durante los días posteriores al 23 de junio hemos oído y leído multitud de opiniones y comentarios al respecto, en general bastante desafortunados porque pecan de un defecto fundamental: identificar a la UE con el progreso social.

 

Son múltiples los argumentos que, desde nuestro país, se podrían utilizar contra esa falacia, desde el origen de las reconversiones industriales hasta el acelerón en la división internacional del trabajo que nos condena a ser un destino turístico, pero en estos momentos es más oportuno utilizar este espacio para analizar por qué, desde una perspectiva revolucionaria, hay que saludar el resultado del referéndum.

La UE ya no es una vía de sentido único.

O un callejón sin salida, como prefieran. El resultado del referéndum ha puesto sobre la mesa una realidad que muchos negaban hasta ahora: hay vida más allá de la UE, incluso aunque se haya sido miembro durante décadas. Parecía, dada la reciente experiencia de Grecia, que la única hipótesis para una posible salida de la Unión era la de una expulsión acordada y sellada por los países dirigentes de la alianza imperialista europea, con muy negativas consecuencias para la economía y las finanzas (capitalistas) del país afectado. Ahora, la salida de la UE es una alternativa política más, a pesar de que no se haya roto con las reglas de juego capitalistas.

Se ha roto un tabú.

Hace varios años, en una gira por España del camarada Giannis Ziogas, por entonces diputado del PC de Grecia, un periodista se quedaba con la boca abierta y sin saber qué decir cuando, tras preguntarle cuál era la propuesta de su partido para la UE, él le respondía “romper con ella”. Hasta ahora, parecía no caber en ninguna cabeza bienintencionada que alguien pudiese defender con tranquilidad y argumentos que la UE es un instrumento al servicio del gran capital, con un origen intrínsecamente capitalista, y no esa idealizada imagen de una Europa unida que sólo sirve para legitimar la libre circulación de capitales, servicios y mano de obra. La militancia del PCPE conoce bien lo difícil que era hasta ahora discutir sobre la UE.

Los oportunistas se retratan.

Si defiendes, desde un supuesto flanco izquierdo, la construcción de una alianza imperialista como es la UE, tiene que ser duro ver que hay países que, mayoritariamente, te dicen que te vayas al carajo. Eso deben haber pensado las fuerzas oportunistas del Partido de la Izquierda Europea (PIE) cuando redactaban el lamentable comunicado en el que, además de considerar “un desastre” el resultado del referéndum, hacían un llamamiento a “quienes rechazan este desastroso giro en la política británica para que se unan en la oposición al racismo, para la defensa de los derechos de los migrantes y para luchar por proteger y ampliar los derechos de los trabajadores y otros derechos que ahora están amenazados”. Eso mientras la UE sigue jugando un papel vergonzoso en la crisis de los refugiados, mientras siguen existiendo el FRONTEX y el espacio Schengen es una goma elástica en función de los intereses de los grandes capitalistas o mientras se acuerdan con los respectivos gobiernos ataques constantes contra los derechos de la clase obrera y el pueblo trabajador.

Sin engaños

El Brexit no supone ninguna panacea. Responde a las disputas entre fracciones de la burguesía por una mejor posición en el complejo escenario internacional y en ningún momento se ha planteado que el Reino Unido deje de ser una potencia imperialista. Pero el Brexit es hoy el eslabón débil de la cadena imperialista europea, supone una oportunidad para atacar a la Europa de los monopolios y debemos ser capaces de aprovecharlo.

Ástor García

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