A pesar de que sea el centenario de su nacimiento hablaremos de los libros de Blas de Otero. Olvidado durante décadas. Supuso el viaje del ensimismamiento al nosotros. Dominó extraordinariamente tanto el soneto como el versículo. Aprendió de las obras maestras de los clásicos místicos del siglo XVI, del versolibrismo del siglo XX, así como de la maestría literaria de Miguel Hernández. En los años 50 pasó un tiempo en París. Viajó a la URSS y a China en 1960 y después residió en Cuba. A su regreso se comprometió en la lucha antifranquista.

 

En su obra voluminosa recordemos su libro “Ancia” una de las obras cumbres de la poesía existencial. Su libro “Pido la Paz y la Palabra” será posteriormente ampliamente difundido. Escribió estrofas a “Guernica”, le dedica poemas extraordinarios a Don Quijote y Sancho Panza, a los mineros, a la memoria de Antonio Machado: memoria colectiva apócrifa y proscrita. Escribe poemas “A las bicis de Pekín”, a “Moscú”, a “Hatuey” el indígena que prefirió antes el infierno que el cielo de los que lo condenaron a la hoguera, remembranzas de “Solidaria Isla”…

Desde este rincón de la penúltima página del periódico que tenemos entre las manos, las palabras de Blas de Otero retumban telúricas del letargo, las hallamos en un tomo extenso, su obra completa: las palabras vivas en la densa tiniebla opaca de la desmemoria.

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