Salimos de un fin de semana en el que las fuerzas de Unidos Podemos han realizado una exhibición impúdica, al más puro estilo Tom Sharpe, de sus verdaderas intenciones socialdemócratas.

 

Que empiece el espectáculo.

La orgía mediática de la nueva socialdemocracia comenzaba el vienes 3 de junio, dando inicio al último fin de semana de la precampaña electoral. Pablo Iglesias publicaba un artículo en el diario El País con el título Somos la alternativa, en el que evidencia los ejes de su campaña electoral. Al mismo tiempo, daba comienzo la XI Asamblea de Izquierda Unida, mientras Pablo Iglesias atacaba de nuevo en las cámaras de La Sexta la noche del sábado. Las noticias sobre la Asamblea de IU se suceden, todo marcha conforme al plan en su día diseñado. La hora de la modernización, o posmodernización si ustedes quieren, ha llegado. El domingo se producía el relevo al frente de IU, Alberto Garzón asumía formalmente el timón al que ya se había agarrado meses atrás. El plan seguía su curso. Las cámaras de La Sexta nos deleitaban esa misma noche con un nuevo duelo entre Pablo Iglesias y Albert Rivera.

El espectáculo ha comenzado, la operación de la nueva socialdemocracia se ejecuta milimétricamente, paso a paso, imparable. Un revival de aquel lejano 1982 cuyas consecuencias aún sufrimos. Pero esta vez en versión 2.0. El plan parte de una premisa en la que creen a ciencia cierta: el pueblo no tiene memoria.

Los dos gobiernos posibles.

Así, Pablo Iglesias dibuja desde las páginas de El País un escenario en el que Unidos Podemos se convierte en la alternativa al Gobierno del PP. No lo puede presentar de forma más clara:  Podemos y sus aliados representan hoy la principal alternativa de gobierno al PP, en un momento de impasse provocado por las dificultades del Partido Socialista para elegir una de las dos modalidades de gobierno posibles, llamadas a definir la disputa política presente y futura en España.

Con la misma claridad se erige en representante de la nueva socialdemocracia frente a la vieja, esa que arrastrada al callejón sin salida de la Tercera Vía, de las políticas neokeynesianas, ha dejado abierto el espacio para una nueva socialdemocracia, no condicionada por las contingencias de la Guerra Fría. Así, construye su alternativa de carácter social  frente a Los déficits democráticos de las estructuras decisionales de la Unión y el vaciamiento soberano de las instituciones del Estado que, para Pablo Iglesias, son una asignatura pendiente. Su misión frente a la desafección popular a la Unión Europea queda perfectamente dibujada: sólo se puede combatir recuperando una idea de Europa asociada a los derechos sociales y el bienestar.

La disyuntiva queda clara: gobierno liberal encabezado por el PP o gobierno socialdemócrata de Unidos Podemos y El PSOE.

Y a eso le llaman ganar…

Todo se resume en ganar. Y a quien ose ejercer la menor crítica, especialmente por la izquierda, le colocan en el otro lado: el de los perdedores. Y claro está, en esta sociedad nadie quiere perder. Dejando de un lado la ideología que esta dialéctica ramplona representa, muy del gusto del new way of life americano, como lo es el estilo de política espectáculo practicado, creo que cualquier persona sensata debería hacerse la siguiente pregunta:

¿Ganar para qué?

Pues para gestionar el capitalismo español a su modo, al modo socialdemócrata. Pongamos algunos ejemplos.

¿Cuestionamiento de la OTAN y de las bases militares extranjeras en España? No.

¿Cuestionamiento de la Unión Europea o del Euro? Tampoco.

¿Cuestionamiento de la propiedad privada de los grandes medios de producción? De nacionalizaciones ni hablar.

¿Cuestionamiento de la Monarquía? No toca, hay debates más importantes.

¿Sanidad y Educación exclusivamente públicas? No, no, no. La concertada mola y complementa a la pública, aunque ésta debe ser la prioridad del Estado (¡faltaría más!).

¿Y del trabajo asalariado qué? Pues que siga siendo trabajo asalariado, eso sí, tratando de que los trabajadores y trabajadoras no se mueran de hambre. Se propone derogar las contrarreformas laborales del PSOE y el PP, luego, cuando el PSOE sea necesario para formar gobierno, ya veremos.

Entonces, ¿qué es lo que piensan cambiar? y ¿para qué quieren ganar? Pues lo repiten sin cesar. Han descubierto la fórmula mágica que todo lo soluciona. Quieren hacer una reforma fiscal progresiva y perseguir el fraude, obteniendo la recaudación suficiente para sostener su plan de emergencia social. Claro, siempre hay algún malvado que les recuerda que la UE exige un recorte de 8000 millones, pero para todo hay respuesta: pactar con nuestros socios de Italia y Portugal para que la UE flexibilice sus exigencias, tratando de convencer al compañero Hollande (el de la reforma laboral francesa) para que eche un cable.

¿Y el Gobierno de Grecia ya no es socio? No, Syriza ya no mola, no sea que alguien compare sus promesas con su práctica y llegue a la conclusión, haciendo un simple paralelismo, de que el cuento de la lechera socialdemócrata, el mismo de toda la vida, tiene un pequeño problema llamado capitalismo. Da igual que la vida lo haya demostrado una y mil veces, lo importante siempre será ganar.

¿A quién damos miedo?

Y, en estas condiciones, el cándido de Alberto Garzón y los suyos, que ha tenido la inteligencia de percibir que lo que toca es ponerse del lado ganador y solventar alguna pequeña deuda, entendiendo que el papel jugado por eurocomunismo respecto a la vieja socialdemocracia del PSOE hoy debe ser jugado por él respecto a la nueva socialdemocracia de Podemos, se pregunta solemne al cerrar la XI Asamblea de IU: ¿A quién damos miedo? A nadie criatura, a nadie. Como mucho a algún facha de barra de bar que se ha creído el argumentario de campaña del PP y Ciudadanos.  

La épica de la victoria de la que se han envuelto es, sencillamente, la repetición de la mentira socialdemócrata del palo y la zanahoria. Por mucho que se parafrasee a Marx para justificar lo injustificable, en el capitalismo el palo siempre será para el obrero y la zanahoria para el caballo del patrón. Y a eso, ustedes, le llaman ni más ni menos que ganar. Puestos a citar a Marx, querido Alberto, te recomiendo El Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, especialmente la parte en que Marx señala que “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”, esto es: obra de teatro breve de carácter cómico y satírico, en especial aquella que satiriza los aspectos ridículos y grotescos de ciertos comportamientos humanos.

La batalla presente y futura.

Efectivamente Unidos Podemos, junto al partido de la cal viva, representa una alternativa de gestión socialdemócrata del capitalismo español frente a la alternativa liberal representada por el PP y Ciudadanos. Pero se trata de una disputa en el mismo campo, en el campo del sistema y para servir al sistema de explotación y, ahí, para las clases populares no hay cambio posible.

La alternativa real, si se quiere ir al fondo de las cosas, es la que niega la propia explotación; la que pretende un cambio de la clase en el poder, la que pretende arrebatar las inmensas riquezas producidas por los que somos más a esa ínfima pero poderosa minoría que se las apropia. La alternativa real es entre votar por el sistema de explotación o votar con él.

Y aquí no vale justificarse con el ejemplo de la sandía (verde por fuera y roja por dentro) con tal de ganar, ni tampoco la fórmula del gato blanco y el gato negro,  vale y seguirá valiendo lo que, puestos a citar, nos señaló Marx: “Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones”.

Por tanto, quien quiera atrapar al pueblo en el más estrecho parlamentarismo burgués, que lo haga. Quien esté dispuesto a arriar la bandera roja y la tricolor en los fabulosos mítines del show mediático, que lo haga. El comunismo no está dispuesto a bajar sus banderas, porque la realidad nos demuestra a diario que el socialismo es la exigencia de nuestro tiempo y que sin Revolución no hay cambio posible.

R.M.T.

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