El 3 de marzo es y será siempre una fecha aciaga para los trabajadores y trabajadoras de Vitoria-Gasteiz. Franco había muerto y, en el comienzo de la llamada Transición, la represión se empleaba a fondo. En enero de 1976, miles de trabajadores se habían declarado en huelga contra el decreto de los topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo.

Vitoria-Gasteiz era una ciudad con poca conciencia de clase, donde la organización de los trabajadores y trabajadoras era joven y pequeña. Ese día, el 3 de marzo, miles de trabajadores se declararon en huelga general por tercera vez desde enero. Al intentar hacer una asamblea en una iglesia del barrio popular de Zaramaga la policía armada disparó gases lacrimógenos al interior de la iglesia, donde se encontraban miles de trabajadores. Al salir del recinto dispararon miles de cartuchos contra los huelguistas. Hubo 3 muertos ese mismo día y otros dos más por las heridas días después y decenas de heridos. Todos ellos de CCOO y UGT. La policía se empleó a fondo entrando en los cuartos de socorro a llevarse partes y apalizar allí mismo a los heridos. Bizkaia y Gipuzkoa pararon en solidaridad, siendo asesinado en Basauri otro trabajador que protestaba por la masacre del 3 de marzo.

Los responsables, Fraga como Ministro de Gobernación y Martín Villa como Ministro de Relaciones Sindicales, nunca fueron juzgados. Un tribunal argentino demandó la extradición de los culpables por delitos de lesa humanidad, pero los defensores del imperio de la ley prefirieron no cumplir las leyes internacionales e hicieron caso omiso a la Interpol.

CCOO y UGT, sindicatos a los que pertenecían las víctimas, no han estado a la altura, olvidando los hechos hasta el año 2011 y apoyando las iniciativas del PNV que después se han puesto en marcha. Estas iniciativas solo buscan reconocimiento institucional y reparaciones económicas pero, en ningún caso, buscan la verdad y la justicia encausando y juzgando a los verdaderos culpables. Los mismos que mandaron a la policía armada el 3 de marzo entrenaron y dirigieron a la Ertzaintza años después. Una vez más, ha sido mejor cerrar las cosas en falso para que no se sepa la verdad.

Pocos han dado un sentido a la memoria de las víctimas. Unos, intentando que sean las luchas de los pueblos el eje central del 3 de marzo, otros intentando que no se haga justicia y que se solucione todo a base de indemnizaciones que tapen la boca a las familias.

El 3 de marzo de 1976 fue un día de huelga. Un día más en el que las condiciones laborales y el salario determinaron a miles y miles de hombres y mujeres a salir a la calle de manera organizada. A pedir el poder tener una vida digna, un salario suficiente para sacar adelante a sus familias, poder educar a sus hijos e hijas para poder tener un futuro mejor. A poder ser sanados cuando enferman, a tener una casa y a poder expresarse con libertad.

En definitiva, el 3 de marzo es la memoria histórica del movimiento obrero, de la lucha de los trabajadores y trabajadoras por poder tener una vida digna. El mejor homenaje que podemos hacer a las víctimas del tres de marzo es que nadie, nunca, tenga que volver a sentir miedo a no tener trabajo, que nadie se quede sin oportunidades, que nadie sea reprimido y encarcelado por defender una vida mejor.

El mejor homenaje, sin duda, es seguir la senda de organizarse y luchar.

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