Los bombardeos rusos plantean nuevos escenarios en Oriente Medio

 

El espacio aéreo sirio se está convirtiendo en uno de los más concurridos y peligrosos de la época reciente. Aviones militares norteamericanos, franceses, turcos, israelíes y rusos, al menos, corren el riesgo de cruzarse cada día sobre los cielos de Damasco, Alepo, Latakia o Palmira, cada uno en misiones, no coordinadas entre sí, de reconocimiento, espionaje o bombardeo.

Mientras EE.UU. coordina sus operaciones y las de sus aliados en la zona desde Qatar, parece ser que Rusia, Irán, Irak y Siria van a empezar a hacerlo desde Bagdad. Por otra parte, Ankara y Tel Aviv ejecutan cada cierto tiempo “vuelos de reconocimiento” por zonas fronterizas en las que ya se han producido algunas tensiones con aviones rusos.

Todo ello en un teatro de operaciones que, a pesar de abarcar un territorio mucho más amplio que el sirio, a día de hoy está centrado principalmente en ese país, sobre todo desde que el 30 de septiembre el ejército ruso comenzara a operar, bajo petición del gobierno de Bashar al-Assad, contra objetivos del denominado Estado Islámico (EI).

Resulta que, como mínimo, 25 países están participando, de diversas maneras y con diversos niveles de implicación, en esta grave crisis que afecta a todo el Oriente Medio desde que EE.UU. y sus aliados decidieran derrocar a los gobiernos libio y sirio, lo que ha supuesto nefastas consecuencias para los pueblos de la zona. El afán desestabilizador e injerencista de las potencias occidentales, sumado a la ya de por sí convulsa historia de esas regiones, es lo que ha sentado las bases para el crecimiento exponencial del Estado Islámico, por no mencionar el apoyo financiero, logístico y militar.

En estos momentos, las consecuencias de las maniobras y las injerencias de las potencias imperialistas en una zona tan sensible y tan castigada históricamente van abriendo una nueva página en la historia de las pugnas y confrontaciones inter-imperialistas que puede acabar teniendo graves y peligrosas consecuencias para todo el planeta. Bastaría con que dos aviones se crucen donde no deben o cuando no deben.

La guerra informativa ya está en marcha

En unas declaraciones realizadas a principios de octubre, el ministro español de Defensa, Pedro Morenés, afirmaba estar “totalmente en contra de una intervención rusa” en Siria “si no es para combatir al mismo enemigo”. Los medios españoles rápidamente se hicieron eco de esta información, adjudicando quizás apresuradamente el papel de “enemigo” al Estado Islámico, sin que Morenés hubiese mencionado tal nombre en ningún momento. El ministro también señaló que “no vamos a permitir la excusa de la lucha contra el EI para conseguir objetivos que no son EI”, finalizando con un rotundo "este tipo de actuaciones, simplemente nosotros no lo vamos a permitir". “Nosotros” no es nadie más que la OTAN, de cuya reunión precisamente salía.

Al posicionamiento del ministro español, similar al de sus homólogos en otros países de la OTAN una vez que se confirmaban los bombardeos rusos, le siguió rápidamente la puesta en marcha de la maquinaria propagandística, elemento recurrente en todo conflicto internacional que implique a varias potencias o a varios bloques: Turquía denunciando el derribo de un supuesto dron ruso que inicialmente era “no identificado”, medios rusos hablando de un seguro incremento en los pedidos de bombarderos Sukhoi-34 tras mostrar éstos su eficacia en Siria, los medios occidentales hablando de cómo Rusia ataca posiciones de “rebeldes moderados” y de que Irán ha enviado tropas a Siria. Mientras las agencias rusas hablan de las acciones de su ejército únicamente como una operación anti-terrorista, los medios iraníes anuncian la puesta en órbita del sistema “Fakur”, de comunicación táctica, que se está probando ya en las maniobras militares denominadas “Moharram” en el noroeste del país (cerca de Irak y Turquía). Al mismo tiempo, los medios españoles glosan las maniobras “Trident Juncture” de la OTAN que se están celebrando en el momento en que se escribe este artículo. Y así un largo etcétera.

¿Quién ha prendido la mecha en Oriente Medio?

Con rotundidad hay que denunciar que la principal responsabilidad por el polvorín en que se está convirtiendo la región la tienen las potencias occidentales. Con EE.UU. a la cabeza, y con ciertos intentos por parte de Francia de reeditar su papel en Libia y otros países como Mali, las potencias vinculadas a la OTAN llevan años embarcadas en una campaña de desestabilización e injerencias en diversos países encaminadas a despejar de “enemigos” la ruta hacia Oriente, que no quiere decir otra cosa que hacia Rusia y, finalmente, China.

Los pueblos de Oriente Medio llevan décadas sometidos a una constante agresión, intensificada desde la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días, marcada por las consecuencias de las maniobras contra la Unión Soviética en Afganistán y, a día de hoy, azuzada por el integrismo islámico que auspician Arabia Saudí y las monarquías del Golfo Pérsico, firmes aliadas de EE.UU. y de la Unión Europea dado su papel esencial en la producción de crudo y a su posición geoestratégica.

Ese es el marco en el que Rusia ha encontrado una nueva oportunidad, tras los recientes sucesos en Ucrania y Crimea, de exponer ante el mundo entero lo que se resumen perfectamente en estas declaraciones de Vladimir Putin: “Rusia está dispuesta a responder de manera adecuada y eficaz ante amenazas terroristas y cualquier otra amenaza para nuestro país”. No se puede ser más claro, la Federación de Rusia puede responder “ante cualquier amenaza”, dentro y fuera de sus fronteras.

El lenguaje de Morenés, como representante de la OTAN y el lenguaje del máximo dirigente ruso, sin llegar a ser directamente bélico, es suficientemente contundente y claro. Se están marcando los límites y se están mostrando las capacidades de cada cual.

¿Pero, realmente a alguien extraña la intervención rusa?

Que Rusia esperaba su momento para intervenir en Siria era casi un secreto a voces. La única base militar rusa fuera del antiguo territorio de la URSS está precisamente allí, en el puerto de Tartús, a pocos kilómetros de la frontera con Líbano. Recientemente, además, se hablaba de la posibilidad de construir una segunda base cerca de la localidad de Latakia, un poco más al norte.

Hay que tener en cuenta que los bombardeos rusos pueden significar que la correlación de fuerzas en Siria se incline definitivamente hacia el lado del gobierno de Bashar al-Asad, lo cual sería a todas luces una derrota de las tácticas de la OTAN y sus aliados en el país. Pero inmediatamente a continuación deberíamos plantearnos una serie de preguntas: ¿la lucha contra el EI se limita sólo a Siria o también afecta a otros países? ¿Va Rusia a seguir defendiendo su perímetro de seguridad también en territorio iraquí? ¿Qué más escenarios de desestabilización tienen en mente las potencias occidentales si finalmente la operación en Siria no sale como en Libia? ¿Estamos seguros de que Bashar al-Asad no será moneda de cambio en una hipotética reconfiguración del escenario de Oriente Medio tras la contención del EI?

Un fortalecimiento de la alianza que algunos ya denominan el C4+1 (Irán, Irak, Siria y Hezbolá en Líbano – la “c” viene de “chií” - , más Rusia) sin duda generaría un “cordón sanitario” que obligaría a las potencias occidentales a alterar su estrategia de avance hacia Extremo Oriente y que seguramente intensificaría las maniobras norteamericanas en el Pacífico. Coyunturalmente, sería una bofetada en la cara a la UE y a la OTAN, que son “nuestras” potencias imperialistas y contra las que tenemos el deber internacionalista de luchar sin descanso, pero a la larga veremos nuevos escenarios de confrontación y nuevos cambios de alianzas; la pugna por el control de los recursos, los mercados y las rutas de transporte es una constante en el sistema imperialista, en el que además hemos visto cómo la UE y EEUU combinan posiciones de abierta hostilidad hacia Irán y Rusia con alianzas y acuerdos con esas mismas potencias.

El desarrollo del capitalismo mundial tras la victoria de la contrarrevolución en la Unión Soviética y el bloque socialista está generando un escenario geopolítico cada vez más complejo y muy cambiante, ante cuyos desarrollos debemos mantener la guardia bien alta para no caer en peligrosas trampas.

Nuestro apoyo al pueblo sirio, que ha sido víctima de una brutal agresión imperialista orquestada por esas potencias agresoras que son EE.UU. y la U.E., no debe confundirse con un apoyo al papel de otras potencias como Rusia, que operan en clave capitalista como las demás potencias y que hace más de 20 años sustituyeron la hoz y el martillo y la bandera roja de la clase obrera mundial por el águila bicéfala, la corona y el cetro zaristas.

Ástor García

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