Por fin el misterio fue revelado, y el próximo 20 de diciembre toca ir a votar en las terceras Elecciones Generales que se celebran desde el estallido de la crisis capitalista. Como si de una obra de teatro se tratase, cada actor juega su papel en el escenario burgués de la precampaña. Veamos.

 

El Partido Popular y la gestión de la crisis.

El Partido Popular se presentó a las Elecciones Generales de 2011 con la intención de “salvar a la patria” frente a la ruina causada por el Gobierno de Zapatero. Las recetas económicas aplicadas por el Gobierno de José María Aznar, a partir de 1996, se presentaban, por la derecha patria, como la única alternativa para salir de la crisis capitalista.

Hoy, cuatro años después, la clase obrera española se encuentra en peores condiciones. Las cifras de desempleo, los índices de precariedad, los salarios de miseria y la pobreza generalizada en pueblos y barrios obreros, se complementa con un notable retroceso de los derechos sociales, muy especialmente en materia educativa y sanitaria, y también de los derechos y libertades públicas, pues a la reaccionaria reforma del aborto se suma las no menos reaccionarias reformas del Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Criminal o la tristemente célebre Ley Mordaza.

El Partido Popular ofrece unos pírricos datos económicos que en nada cambian la vida de las decenas de millones de trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Y por si alguien notase tal contradicción, el programa se complementa con “nacionalismo del bueno”, presentando a un PP garante de la unidad de la patria frente a los otros nacionalistas y sus cómplices.

La clase obrera ya ha probado en sus carnes el papel teatral de los gestores neoliberales de la crisis capitalista: en teoría, ahora que los de siempre volverán a ganar dinero, los obreros deben esperar las sobras que caigan del mantel de la oronda oligarquía española.

La nueva renovación del renovado PSOE.

El papel de la socialdemocracia en la gestión de la crisis capitalista tuvo como actor principal, al señor “aquí no hay crisis”, llamado después “brotes verdes” y conocido por todos y todas como Zapatero. El mismo que puso en marcha aquellas brutales reformas laborales en las que luego, gustosamente, profundizó el Partido Popular. Muchos de los actores secundarios, en aquellos tiempos en el papel de ministros, representan hoy su papel en los consejos de administración de los principales monopolios del país.

Por tanto, agotada aquella representación fatal para los intereses obreros y populares, tocaba una nueva renovación en un Partido ya renovado, en su día, por el capitalista Felipe González y, después, por el señor Zapatero. El turno, ahora, le corresponde a un joven y guapo (aunque eso va en gustos) Pedro Sánchez, por ahora jefe de un Partido Socialista convertido en criatura de los monopolios del país y fielmente comprometido con la Unión Europea y la OTAN.

El recambio bipartidista es y será la primera baza por la que apuesten los y las que de verdad mandan desde sus asientos patrocinados por el IBEX 35. Si la gestión liberal del PP resultó dura, e incluso bastante antipática para algunos sectores, siempre nos quedará la vieja socialdemocracia (con nuevas máscaras) para representar cual gatopardo la misma función.

Izquierda Unida o ¡sálvese quien pueda!

Triste papel el de nuestros oportunistas, enfangados en una farragosa intriga, salpicada de buenas dosis de tragicomedia, en la que cada vez es más difícil saber quién es quién, ni qué papel juega. Las criaturillas nacidas en los ensayos de IU han cobrado vida propia, dejándose crecer la coleta y dando un sorpasso muy del gusto del Sr. Anguita, amenazan ahora con un claro parricidio que deje al viejo y fosilizado conglomerado IU–PCE al borde de la extinción.

Pero reflejos queda, y monaguillos también, por eso han encontrado igualmente su joven y bonita cara (nuevamente según los gustos) capaz de plantar cara al momento, ansiosos de formar parte, como hermanito pequeño, de una nueva representación en un gobierno burgués. Aunque, para tales propósitos, deben cambiarse de vestuario, dejar a tras sus siglas y, como en su día hizo con el traje de IU el eurocomunista PCE, vestirse ahora con los ropajes pretendidamente nuevos de “Ahora en Común”, aunque al momento de presentar las listas, y dada la movilidad en el capo reformista, puedan terminar vistiéndose electoralmente de lagarterana.

Los que por décadas han apoyado todos los gobiernos de gestión burguesa en los que el PSOE les ha dejado participar, viven un difícil momento, no cabe duda, pues deben disputarse espacio con vieja y nueva socialdemocracia, sin saber muy bien cuál es la edad del personaje que deben representar.

Los nuevos profetas de un mundo en descomposición.

Y si, por si acaso, los obreros y obreras de España, se hubiesen cansado de asistir impasibles a la misma representación bipartidista, con el papel secundario de IU y de nacionalismos varios, los dueños de la función han procedido a promocionar a dos nuevos actores, que durante el último año han entrado en escena con fuerza, a golpe de billetera y fotocol, photocall, fotocall, fotocool o como demonios se escriba.

Por la derecha sale al escenario Ciudadanos, por la izquierda Podemos. Pero el escenario es el mismo, la obra también, y qué decir del dueño del teatro en el que se representa la política burguesa en nuestro país. Ahora juega un papel más relevante “coletas”, más tarde el ciudadano ejemplar, todo a golpe de entrevista y publicidad mediática, perfectamente enjuagada con euros –y también dólares–, y según entiendan los que mandan que va eso de la opinión pública, o sea, el pueblo que asiste estupefacto a la función.

¿Bipartidismo o cuatripartidismo? No importa, en el fondo la función va de lo mismo. Polis y ladrones, indios y vaqueros, buenos y malos, moros y cristianos y, en caso de la política burguesa, la clásica representación entre liberales y socialdemócratas gestionando el gobierno burgués y todos juntos defendiendo el capitalismo.

Se tiene que acabar la comedia.

Pero hay otra posibilidad representada por quienes están hartos de tanta comedia, de tanto engaño, de tanto efecto especial y de tantas lágrimas de cocodrilo. La de los obreros y obreras conscientes de nuestro país, la de los y las luchadoras que en los últimos años han tomado consciencia de que no se trata de cambiar de actores, sino de destruir la falsa representación que supone la democracia burguesa. Y lo decimos bien, destruir. Y para eso es necesario enviar a escena a quienes entienden que su papel es acabar con la comedia, incendiarla desde sus mismos cimientos y, sobre sus ruinas, construir un país en el que la política deje de ser cosa de actores y pase a ser representada por hombres y mujeres reales, por los obreros y obreras de los pueblos de España, organizados, unidos, movilizados y empleando el 20 de diciembre el voto como arma.

R.M.T.

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