Este resultado permite continuar sin sobresaltos el trabajo de denuncia política y organización obrera y popular en los centros de trabajo y los barrios, que seguirán sufriendo las políticas capitalistas durante este nuevo período.

La arriesgada jugada que Alexis Tsipras realizó el pasado 28 de agosto, cuando decidió convocar elecciones anticipadas en Grecia, le ha salido más o menos bien. Una vez conocidos los resultados de las votaciones del pasado día 20, repite triunfo electoral y revalida su pacto con el derechista Griegos Independientes (ANEL), acabando de paso con el sector más levantisco de su partido, que tras la escisión de agosto y la creación de Unidad Popular, fuertemente apoyada desde algunas instancias, ha quedado finalmente fuera del Parlamento.

El hermano Partido Comunista de Grecia (KKE) ha mantenido sus diputados e incluso ha crecido ligeramente en porcentaje de voto, lo cual expresa que los comunistas griegos mantienen un apoyo estable y poco dado a fugas hacia otras opciones electorales. Este resultado permite continuar sin sobresaltos el trabajo de denuncia política y organización obrera y popular en los centros de trabajo y los barrios, que seguirán sufriendo las políticas capitalistas durante este nuevo período.

Puede que haya quien se pregunte a qué se debe que el pueblo griego haya vuelto a apoyar a un Primer Ministro que traicionó el referéndum que él mismo convocó y, en principio, ganó. Un Primer Ministro que firmó con los representantes de las instituciones europeas y el FMI un acuerdo terrible, que implica la aplicación de nuevos y durísimos recortes que agravan una situación, ya previamente difícil, para el pueblo trabajador griego tras los dos memorándums anteriores.

Realmente no es tan llamativo. En otros países hemos visto cómo sucesivamente se elige a los mismos partidos que durante décadas han aplicado políticas antiobreras. Definitivamente, por si no estaba suficientemente claro ya, SYRIZA ha pasado a formar parte de eso que algunos llaman “la casta”.

No es extraño que un pueblo agredido siga apoyando a sus agresores, ni tampoco que miles de trabajadores y trabajadoras sigan creyendo que la única posibilidad que hoy tienen para aliviar su situación esté en la gestión capitalista que promete SYRIZA. En las elecciones de los países capitalistas son escasas las ocasiones en las que se impone el análisis sereno de los acontecimientos. Suelen pesar más otras cuestiones, pero cuando el centro del debate se quiere situar en quién está mejor preparado para gestionar unos brutales recortes, es casi lógico que una buena parte del electorado se decante por el mismo que los negoció y los empezó a aplicar.

Tsípras ha conseguido convencer a una buena parte de los griegos de que era la víctima de un chantaje, y, con ello se ha convertido él en chantajista, que ahora se considera legitimado para aplicar con contundencia las medidas del supuesto chantaje de “esa cosa antes conocida como Troika”. En resumen, traicionó su propio programa durante su primer (y breve) gobierno y ahora ha sido elegido con un programa todavía peor, consistente básicamente en aplicar, a su manera, nuevos recortes y privatizaciones.

No cabe ninguna duda de que el escenario político griego de los últimos años pasará a ser materia de estudio en el futuro como un magnífico ejemplo de recambio de una fórmula, la socialdemócrata, agotada y atrapada por la contradicción entre el discurso y los hechos. La nueva socialdemocracia que representa SYRIZA puede ahora cumplir, en mejores condiciones, el papel para el que ha nacido: gestionar el paso a un nuevo ciclo de reproducción capitalista, mientras se mantiene maniatada a una mayoría obrera y popular que siente, en sus propias carnes, las consecuencias de un sistema moribundo y tremendamente peligroso, pero quiere creer que sólo caben salidas fáciles.

Los paralelismos con nuestro país son evidentes. Las manifestaciones de los Iglesias y Errejones, asumiendo sin ambages las limitaciones de la gestión capitalista y aceptando las reglas de juego impuestas, generan muy malos augurios para los trabajadores y trabajadoras de nuestro país, si en algún momento PODEMOS o los demás escuderos de Tsipras llegan a ser decisivos para la conformación de un nuevo gobierno en España: harán unos cuantos juegos de manos y acabarán legitimando todo nuevo ataque al pueblo trabajador.

La situación no cambia sustancialmente con este resultado. Estaba claro que los partidos con posibilidades de llegar al gobierno en Grecia estaban a favor del memorándum y sólo diferían en la voluntad de ser ellos quienes pilotasen el proceso. La gran batalla, la de fondo, va a seguir librándose en los centros de trabajo, donde la contradicción entre capital y trabajo se agudizará, y en los barrios, donde los recortes del memorándum se notarán con más fuerza.

Ástor García

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