“Necesitamos revolucionarios —y revolucionarias—
que dediquen a la revolución toda su vida,
y no solo sus tardes libres” V.I. Lenin
Una persona va a retirar la reserva de un viaje que planificó hace tiempo, llega a la agencia y quién le atiende le dice: “tenemos un pequeño problema, su billete está anulado y no hay plazas para volar ese día”. Es decir, la persona que planificó su viaje se ha quedado sin poder realizarlo. No tan pequeño el problema, por tanto.
En la situación del capitalismo internacional diversos portavoces andan, en estos últimos tiempos, diciéndonos una y otra vez: tenemos un pequeño problema. No tan pequeño, claro.
1929, como referencia.
Se dice, con frecuencia, que esta crisis del capitalismo es de mayor envergadura que la de 1929. Y los hechos van demostrando que esta afirmación es cierta; si bien —entonces— a esta crisis le queda un largo recorrido.
La crisis general del sistema capitalista se encontraba, en 1929, en una fase más inicial de su desarrollo. Ahora se encuentra en una fase muy avanzada —una fase de metástasis—, que deja al capitalismo con mucho menos margen de maniobra para buscar soluciones.
Raúl Valdés calificó, desde sus inicios, a la actual como una crisis sin salida. Afirmación que generó no pocos debates.
La crisis se extendió a nivel planetario con una velocidad nunca conocida antes. Y el monto necesario de destrucción de fuerzas productivas y de capital sobreacumulado es de una dimensión gigantesca, en clara y creciente contradicción con un desarrollo de las fuerzas productivas, que empuja con fuerza incontenible sobre las costuras del sistema.
Esta crisis económica no ha devenido en crisis política revolucionaria por la situación de debilidad en que se encuentra el movimiento comunista internacional.
Siempre a la baja.
Si tiramos de hemeroteca encontraremos una abundancia de previsiones, de las más diversas fuentes, sobre cómo sería la evolución de la crisis capitalista, su desarrollo temporal, sus indicadores de recuperación, previsiones de todo tipo. A día de hoy es posible afirmar que todas las previsiones que establecieron fechas concretas, ya pasadas, de recuperación de la situación de la crisis capitalista han quedado rotundamente desmentidas por la tozuda realidad.
De una manera particular se ha repetido hasta el agotamiento que la economía de EEUU era el modelo a seguir, que las políticas de la Reserva Federal se han demostrado como las más eficaces para resolver esta situación. También bastante pesados, los representantes del Gobierno español, con eso de que: Estamos saliendo de la crisis, se genera empleo, crece el PIB.
En lo concreto el FMI (Fondo Monetario Internacional), en su boletín de enero de 2015, establecía para este año un crecimiento de la economía mundial del 3,5%, rebajando en un 0,3% sus previsiones de meses anteriores. Pero en su boletín de julio vuelve a corregir y lleva este indicador al 3,3%. La corrección en apenas seis meses es del -0,5%.
El BM (Banco Mundial), en junio, analizando varios factores y hablando de los países emergentes, decía: La situación se traduciría en un cuarto año consecutivo de magro crecimiento económico.
La práctica confirmó el diagnóstico en esta ocasión, a pesar de que la Reserva Federal no aumentó los tipos de interés. En el mes de septiembre, la Agencia S&P declaró la deuda pública de Brasil como bono-basura.
España, también a la baja.
En el mes de agosto, el INE publica una significativa corrección de los datos económicos certificados en años anteriores, concretamente corrige los datos publicados del PIB correspondientes a los años 2012, 2013 y 2014.
Con esta nueva información corregida se establecen unas previsiones rebajadas, que nos llevan a una hipótesis según la cual España no recuperará el PIB de 2008 hasta el año 2017, nueve años después. Con toda probabilidad la práctica volverá a desmentir este cálculo y ello ocurrirá, en todo caso, tiempo más tarde.
Es decir, que una década después se recuperaría la capacidad de producción de 2008.
Lunes negro en las bolsas.
El 11 de agosto, China inicia una serie de devaluaciones consecutivas del yuan.
El día 24 de agosto, las bolsas viven un lunes negro: ¿Por la desaceleración de China? ¿Por la caída de los precios de las materias primas? ¿Por los movimientos de las reservas de oro? Hay interpretaciones para todos los gustos. Algunos movieron sus peones en la oscuridad, con toda seguridad.
Las pérdidas en las bolsas internacionales, unos días después, se estiman en cinco billones de dólares, según la Agencia Bloomberg.
Los Bancos Centrales, de forma muy discreta, lanzan miles de millones a los circuitos financieros para calmar el pánico. Pero tan solo consiguen amortiguar, por breve tiempo, las tendencias más negativas. Así, a finales de septiembre, todos los índices caen de forma importante.
El reconocimiento de la gran estafa de la marca Volkswagen, en el control medioambiental de once millones de coches, lanza un nuevo jarro de agua fría, no previsto.
Buscando una salida.
La situación del capitalismo internacional solamente se puede interpretar desde la matriz de la fase imperialista por la que transita, y las inevitables pugnas entre esos polos interimperialistas. Una feroz guerra económica, que también se extiende a lo militar, se desarrolla en todo el planeta. Las grandes potencias económicas disparan —en lo económico y en lo militar— con misiles de largo alcance y alto poder destructivo.
La estrategia desarrollada en el último período, con los precios del petróleo a la baja, es un ejemplo de ello. Lo que pareció iniciarse como un ataque contra EEUU, para perjudicar su estrategia de autosuficiencia obtenida con el petróleo de esquisto, se da la vuelta en una baja sostenida que reduce los ingresos de los países con renta petrolera: Venezuela, Rusia, Brasil, Irán... Las consecuencias son negativas para unos y otros: pérdidas de decenas de miles de puestos de trabajo, quiebra de empresas, reducción de ingresos, etc. Los países importadores sí se benefician.
La fecha del 16 de septiembre era determinante para la economía mundial, porque se reunía la Reserva Federal para decidir si subía, por fin, los tipos de interés. Toda clase de apuestas ante esa convocatoria. ¿Subirán los tipos porque la economía yanqui va bien y hay que reactivar la inflación? ¿No subirán por el impacto negativo en la economía mundial, encarecimiento de la deuda y desaceleración generalizada? ¿Subirán los tipos de interés para hacer retroceder a sus competidores países emergentes?...
Finalmente la Reserva Federal no mueve ficha y mantiene los tipos de interés en el rango del 0%. Eso se interpreta como que la situación económica internacional va mal y por ello no se modifica nada. Se hunden las bolsas ante la constatación de un panorama futuro sombrío y las muy negativas perspectivas de recuperación económica.
Nuestra hoja de ruta.
La clase obrera tiene su propia matriz de interpretación de toda esta situación.
Crisis general del sistema capitalista, en su fase más desarrollada. Control absoluto de los grandes monopolios sobre la economía mundial. Financiarización de la economía. Cae y cae el beneficio con el aumento de la composición orgánica del capital. Toda la clase obrera mundial participa en la producción de cualquier mercancía, alta socialización de la producción. Agudización extrema de las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Época de las revoluciones socialistas. Fin del capitalismo.
Ello ocurrirá si la clase obrera juega su papel histórico, aquí y ahora. En caso contrario, el capitalismo se convertirá en un monstruo mayor y más bárbaro.
Esas son las coordenadas actuales de la lucha de clases. Esto no es para las tardes libres.
Carmelo Suárez