El esperpento protagonizado por Izquierda Unida en Madrid en los últimos tiempos ha alcanzado su cenit en el contexto de las últimas elecciones autonómicas y municipales.
Después de la espantada de Tania Sánchez —elegida en primarias candidata de IU a la Comunidad— y de Mauricio Valiente —elegido candidato al Ayuntamiento de la capital—, el cruce de acusaciones entre unos oportunistas y otros, y con la organización completamente dividida, Izquierda Unida cosechó el peor resultado electoral en Madrid de toda su historia: quedándose sin representación tanto en el Ayuntamiento de Madrid, como en la Asamblea Regional.
El caso de IU en Madrid, con su federación madrileña —IU-CM— expulsada por la dirección central, abre unos cuantos interrogantes cuya resolución importa poco y afecta menos al conjunto de la clase trabajadora madrileña. Parece que serán los tribunales quienes diriman quién puede seguir usando en el futuro las siglas de IU en Madrid, quién tendrá que pagar la enorme deuda de la organización, quién puede dirigirse, y en qué formas, a los cinco mil afiliados que tenía la federación madrileña, etcétera. Quién sabe, lo más probable es que para cuando resuelvan los tribunales, ya ni siquiera exista IU como tal. En cualquier caso, nada que le importe ni le afecte al pueblo trabajador, que tiene cosas más relevantes de qué preocuparse que de las peleas entre un puñado de personas que dicen representarle, pero a quienes jamás ha visto a su lado.
Judicialmente el caso será complejo. Políticamente, que es más interesante, puede resultar o muy confuso, o muy sencillo. Según se mire. Confuso, si nos quedamos en el mero intercambio de nombres y deslealtades entre los contendientes. Sencillo, si en lugar de fijarnos en lo que les distancia —que no diferencia—, nos fijamos en lo que les une —y asimila—. Ambos bandos tienen en común su base político-ideológica: el reformismo a través de la gestión institucional del sistema. Ambos cuentan con una larga historia de vida en los confortables paraísos de los ayuntamientos y del parlamento autonómico, y de disfrute de las prebendas del sistema, sin poder cambiar, en décadas, ni uno solo de los engranajes del sistema que venían a humanizar. Son reformistas, y como buenos reformistas… no reformaron, en clave de avance, absolutamente nada. El capitalismo avanzó destructivamente, y ellos lo hicieron con él. Lo hicieron los de una familia y los de otra: los Ángel Pérez y Gregorio Gordo amigos de Bankia, y los galos y galas de la aldea ripense, como los imputados Pedro del Cura —actual alcalde de Rivas—, o Tania Sánchez, encausada por votar a favor de la concesión de contratos millonarios a cargo del Ayuntamiento de Rivas, casualmente, a una empresa de su hermano.
En la crisis actual del capitalismo español, definida por las dinámicas del proyecto oligárquico de “Segunda Transición”, Izquierda Unida ha perdido la hegemonía dentro del campo oportunista, la nueva socialdemocracia que representa Podemos es la opción por la que el gran capital ha apostado para tratar de conservar su poder.
Si estos gladiadores del oportunismo hubieran luchado, siquiera un día, contra el poder del capital con la misma decisión y contundencia que lo hacen entre sí por repartirse unos sillones, quizás gran parte de ellos hubiera corrido otra suerte, y desde luego: todos hubieran merecido, por parte de la clase obrera, tal vez un poco de respeto, o al menos, de conmiseración. Claro que, entonces, no lo hubieran hecho desde IU y bajo pabellón ajeno, sino en los centros de trabajo y en los barrios obreros, y ondeando la bandera roja del Partido Comunista.
Eduárdo Corrales