Entre partido del siglo y debate de políticos en la Sexta, son demasiadas las estadísticas que  se convierten en noticia efímera dejando un hueco en el lugar que debiera quedar análisis y preocupación. Este es el caso del último Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

 

Para cubrir ese hueco, trataremos de resaltar algunas de las luces que nos ofrece este estudio estadístico que, una vez analizado,  nada tiene que ver con la idílica imagen de programas tan poco casuales como “españoles por el mundo”.

Son ya 2.183.043 los españoles residentes en el extranjero, 174.571 emigrados en el último año; casi 800.000 más que en 2009.  Personas expulsadas por la crisis capitalista que, si tenemos en cuenta que 2/3 de ellas son compatriotas no nacidos en España, significa que son trabajadores y trabajadoras doblemente desplazados en un breve periodo de tiempo por necesidades del capital.  Primero fueron llamados a cubrir la  demanda  de mano de obra de un capitalismo en plena fase expansiva, desarraigándolos de sus familias y arrancándolos de sus países —robándoles a éstos a  sus mejores y más capacitados hijos e hijas—,   para dejarse la piel y la vida a miles de kilómetros a cambio de un Dorado que, finalmente,  sólo lo fue para oligarcas y especuladores.  Una tragedia individual  multiplicada por cada una de las personas obligadas a emigrar en su día y expulsadas  ahora de facto  por la ausencia total de trabajo, pero, sobre todo, una tragedia colectiva como clase por todo lo que conllevan estos procesos tan complejos (sobreexplotación, muertes, racismo, insolidaridad, etc.).

58.671 nacidos en España que emigraron en 2014 según esta estadística, que no refleja las decenas de miles que, saliendo a buscarse la vida a países de la UE en empleos basura,  temporales y mal remunerados, prefieren no fijar su residencia en el extranjero para, entre otras cosas, no perder la tarjeta sanitaria española.  Consecuentemente, son muchos más las personas que en edad de trabajar salen de nuestro país hastiados de no encontrar trabajo o, si lo hacen, con salarios de miseria y unas pésimas condiciones laborales.  Trabajadores y trabajadoras que, como le sucedió a la inmigración que llegó a España, se encuentra con las duras condiciones laborales y sociales que les impone un capitalismo en clara crisis estructural a nivel mundial y no logran, en la mayoría de los casos, afincarse con unas mínimas condiciones de estabilidad y se ven obligados a recurrir a la tristemente aun vigente, habitación con derecho a cocina y baño.

Y el resultado final de  este escenario, propio de un país cada vez más debilitado en su posición en la cadena imperialista, es que, según las previsiones demográficas del  propio INE para 2022,  España perderá el 2,5% de su población y se quedará en  45.100.000 habitantes, frente a los 46.818.219 que alcanzó en 2011.  Una sangría demográfica imparable, consecuencia directa de la profunda crisis estructural del capitalismo español  que, como resultado final,  proyecta una caída poblacional de 10 puntos para 2052 con un país de no mas de 41.600.000 personas.

Ese es,  con números de sus propios institutos de análisis,  el drama de un país condenado por el capitalismo a un futuro de paro, explotación y miseria. Por tanto, si creemos  que otro mundo es necesario, ya es hora de ir pensando en la posibilidad del Socialismo y ponernos en serio manos a la obra antes que  se vacíen nuestros pueblos y ciudades de los más audaces y capaces hijos e hijas de la clase obrera.

Julio Díaz

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