Los progresos sociales y los cambios de periodos se operan en razón directa del progreso de las mujeres hacia la libertad y las decadencias de orden social se operan en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres...Por eso es importante, en este momento de crisis estructural del sistema, ver las condiciones de vida, salud y laborales que tenemos las mujeres de las capas populares y de la clase obrera en el decrépito capitalismo.

La salud y el trabajo son dos aspectos fundamentales de nuestra vida que se influyen mutuamente. La salud en el ámbito laboral está circunscrita (en el mejor de los casos) a proteger la capacidad reproductiva y la maternidad, por la necesidad de las clases dominantes de controlar la mano de obra y su reproducción. Sin embargo, para nosotras, la salud debe ser concebida como algo más que ausencia de enfermedad. 

Un empeoramiento de las condiciones de trabajo repercute directa y negativamente en la salud. Existe una clara relación entre el desempleo y el aumento del riesgo de presentar mala salud mental, suicidios, mortalidad general, etc. Desde el 2008 se aprecia un aumento de las enfermedades del sistema nervioso: 21 % en las mujeres y 21, 7% en los hombres, aumento del consumo de fármacos antidepresivos, incremento relativo de la tasa de suicidios. Datos anteriores a la reforma laboral del 2012 que precarizó aun más las relaciones laborales, anteriores a la desaparición de la negociación colectiva y, esos ataques a las condiciones de vida y laborales, suceden a la vez que se desmantelan los servicios sanitarios (centros de atención primaria, reducción camas hospitalarias, privatización de hospitales, repago de medicamentos). Si el grado de PIB dedicado a sanidad, señala el grado de compromiso de la sociedad con su propia salud, en nuestro país encontramos el más bajo de la Unión Europea. Escasez de recursos públicos y oferta privada donde el capitalismo parasitario, apropiándose de esos servicios, los presta a quien los pueda pagar. La exclusión sanitaria va ampliándose y entre mujeres inmigrantes es prácticamente total.

Trabajo a media jornada (el 97, 70% de los contratos parciales lo ocupan mujeres), abandono laboral (últimamente la participación de las mujeres en el mercado laboral se redujo un 10,6%) o directamente sin contratos y de 1 a 3 euros la hora, esas son las “ofertas” para conciliar, aunque no dé para sobrevivir y con un impacto directo y negativo en la salud de las trabajadoras.

La rebaja de niveles salariales, la reducción de la seguridad en el empleo, el descenso del nivel de vida, el fuerte aumento del numero de horas de trabajo asalariado por familia, la exacerbación del doble turno, a menudo, triple o cuádruple, y el incremento de la pobreza, cada vez más concentrada en los hogares de familias encabezadas por mujeres, son nuestra realidad cotidiana. El capitalismo nos conduce a una vejez de miseria y nos encierra en un círculo de cuidadoras sin sueldo, a nosotras, a nuestras hijas y a las trabajadoras en su conjunto ¿cómo no organizar la respuesta?

No se puede hacer una separación entre nuestro empeoramiento en las condiciones de vida, la privatización de los sistemas sanitarios, el aumento de la opresión y de las tareas de cuidados, las dobles y triples jornadas, las pésimas condiciones laborales, la discriminación y la sobreexplotación; como si no estuviesen intrínsecamente relacionadas con el sistema de dominación que necesita de todo ello. Entender nuestra opresión y explotación, como mujeres y como trabajadoras, nos debe ayudar a colocar objetivos concretos de lucha y en la dirección de nuestra verdadera emancipación.

No hay un camino fácil, pero no hay otro, la emancipación de las mujeres no puede lograrse sin una lucha por el socialismo.

Ana Muñoz (Asociación Feminista por el Socialismo)

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