Hace cien años.

Allá por 1915 Lenin dedicaba dos magníficos artículos (Bajo pabellón ajeno, La bancarrota de la II Internacional) a desentrañar cómo la burguesía había conseguido llevar a la “bancarrota” a la II Internacional.

 

Durante la primavera de 1914 la burguesía daba los últimos pasos para lanzar a la masacre a millones de trabajadores y trabajadoras en beneficio propio, sus voceros dedicaban miles de páginas de periódicos y panfletos justificando la guerra que se anunciaba en el horizonte. Muchos líderes políticos y sindicales se sumaron a sus burguesías y llamaron a la clase obrera de sus países a luchar contra la clase obrera de otros países en beneficio de la “nación”, de la “patria” o de la “civilización”.

¿Qué había pasado para que líderes tan destacados como K. Kautsky, que ayer defendían la unión del proletariado mundial, hoy estuvieran dispuestos a enfrentar a obreros y obreras alemanes contra franceses, rusos…?

Kautsky y el resto de los líderes de la II Internacional habían abandonado la perspectiva de la clase obrera para pasar a asumir la de la burguesía, que logró hacer pasar sus intereses de clase como intereses del conjunto de la sociedad. La II Internacional cayó en “bancarrota” porque fue incapaz de comprender el momento histórico en que vivía ni la naturaleza imperialista de todos los actores de la guerra que se avecinaba.

Cien años después dos situaciones han venido a poner de actualidad, una vez más, los análisis de Lenin: las llamadas consultas populares en Escocia y Catalunya y en Canarias. La primera, centrada en la “cuestión nacional”, ya fue objeto de un artículo en el anterior número de UYL, y a él nos remitimos. Nos ocuparemos un poco más de la segunda.

El descontento popular y las pugnas interburguesas

Las prospecciones petrolíferas han levantado un enorme descontento en el seno del pueblo canario, siempre muy sensible a cuestiones medioambientales. Pero paralelamente a ese descontento se perfilan los intereses opuestos de dos fracciones de la burguesía radicada en Canarias. De una parte, aquel sector que más directamente puede obtener beneficios de las prospecciones y de la potencial extracción de petróleo (constructores de obras en los muelles, suministradores de material y servicios variados, etc.) defienden, lógicamente, a capa y espada los beneficios de las prospecciones y potencial explotación petrolífera. En la otra esquina, encontramos a otra fracción de la burguesía a la que le perjudicaría enormemente un posible vertido de crudo (sectores turístico o pesquero), pero que, además, es incapaz, dada su debilidad frente a los monopolios, de capitalizar la potencial producción de petróleo, por lo que finge asumir como propia la legítima negativa del pueblo canario a las prospecciones como táctica para garantizar sus intereses de clase.

El Gobierno de Canarias aunque hoy se presenta más alineado con esta segunda fracción de la burguesía, no puede, sin embargo, enfrentarse con el otro sector de la misma, al que está ligado por innumerables lazos de dependencia.

En el fondo la misma pregunta propuesta ["¿Cree usted que Canarias debe cambiar su modelo medioambiental y turístico por las prospecciones de gas o petróleo?"] esconde en realidad una forma vulgar de legitimar el “modelo medioambiental” de la burguesía basada en la construcción masiva de complejos turísticos e infraestructuras inútiles, el despilfarro de combustibles fósiles o agua y materias primas en un “modelo” que realmente no excluye, sino complementa el “petrolero”. Indudablemente, como lo han hecho siempre, el PSOE o CC se colocarán del lado de los monopolios cuando sea necesario.

En esta tesitura, asumir como propia la estrategia del Gobierno de Canarias supone para la clase obrera perder la independencia de su iniciativa política y colocarse detrás de los intereses de la burguesía, a la que acaba por supeditar su accionar de lucha.

Con la burguesía no habrá “acumulación de fuerzas”.

Especialmente grave es el papel que han jugado algunas organizaciones políticas y sindicales que justifican su apoyo a la táctica de CC-PSOE amparándose en que supondrá—nos dicen—un “proceso de acumulación de fuerzas” en la que el “pueblo canario” tomará conciencia de su potencialidad. Desgraciadamente la realidad es muy distinta.

El propio carácter no vinculante de la consulta deja bien a las claras cuál es el objetivo del Gobierno de Canarias: sofocar la lucha del pueblo canario contra las prospecciones dentro de una legalidad burguesa que nunca va a suponer ni un cuestionamiento real de las propias prospecciones ni—menos aun—de las bases del poder de la burguesía como clase dominante. En otras palabras, vehicular el descontento social hacia vías que no cuestionen la propia existencia del capitalismo.

En realidad, el anuncio de la consulta ha generado un efecto desmovilizador entre la clase obrera y los sectores populares. Si antes de fijar esa fecha del 23-N, las movilizaciones en las Islas se contaban por decenas de miles de personas (unas 50/60 mil personas en cada una de las capitales canarias en la última manifestación, por ejemplo), después de ese anuncio éstas han decaído en fuerza y en número. Gran parte de las masas obreras y populares se han sentido engañadas al ver cómo sus aspiraciones quedaban cortadas antes de nacer. Mientras otro sector, más desmovilizado, asume que con la fecha fijada ya no es necesaria más lucha en la calle.

Ambas posturas son reflejo de la ausencia general de un discurso político e ideológico independiente con respecto al de la burguesía. Aquellas organizaciones, por más que se apelliden “de clase”, que colocan a la clase obrera frente a la tesitura de tener que elegir entre una fracción de la burguesía y otra, están condenándola a carecer de un discurso propio, supeditando sus intereses detrás de los de la burguesía.

Bajo nuestro pabellón.

Ni el Partido ni la Juventud deben contribuir a generar aun más confusión en el seno de la clase obrera. Los y las comunistas tenemos como tarea esencial clarificar cuál es la situación histórica en que vivimos y cuál la táctica y la estrategia correcta para este momento.

Hay que comenzar por dejar claro que las prospecciones petrolíferas son el reflejo de las necesidades perentorias que tiene el capitalismo español de obtener beneficios de cualquier forma, única tabla de salvación ante la profundización de la crisis capitalista en la que está inmerso desde 2007.

El problema no radica en la bondad o maldad del empresario de turno ni en que el ministro J.M. Soria sea un “traidor” (para serlo debió haber estado alguna vez de parte de la clase obrera). El Partido Comunista debe resaltar la necesidad que tiene la clase obrera de contar con un discurso político e ideológico independiente del de la burguesía, explicando, que la única forma de garantizar la protección del medioambiente y la satisfacción de las necesidades humanas pasa por la construcción de una economía planificada en la que los medios de producción sean de propiedad colectiva.

En el terreno de la táctica la única forma de combinar la lucha contra las prospecciones y la actuación independiente de la clase obrera consiste en la articulación de un proceso de acumulación de fuerzas desde la base, con presupuestos políticos, ideológicos y organizativos independientes de la burguesía y con el rumbo estratégico de la ruptura revolucionaria con el capitalismo: la constitución de un Frente Obrero y Popular por el Socialismo.

Cualquier otra vía es continuar bajo pabellón ajeno.

Armiche Carrillo

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