“La concepción superestatal de la UE vela ante los ojos de la clase obrera las pugnas interoligárquicas que se dan en su seno y cómo la articulación de los distintos países en el polo imperialista europeo se produce en función de la fuerza que cada oligarquía particular puede poner sobre la mesa”.

Durante estos 30 años de vida, uno de los elementos esenciales en la línea política del Partido ha sido la caracterización de la Unión Europea como uno más de los polos imperialistas. Desde sus primeros pasos, el PCPE tuvo claro que la UE era una estructura de la que se habían dotado las oligarquías nacionales europeas para participar en mejores condiciones del saqueo y la explotación capitalistas.

El análisis del PCPE siempre fue en la dirección de conceptuar a la UE como un eje imperialista. Pero con algunas particularidades. En ese proceso, las burguesías nacionales cedieron parte de la soberanía nacional en beneficio del proyecto imperialista: ahí aparecieron el Consejo y el Parlamento europeos, el Tribunal de Justicia Europeo, etc., conformando, de facto, una entidad supraestatal de dominación para la explotación de la clase obrera europea y mundial.

Desde el PCPE siempre hemos hablado de una UE como entidad supraestatal y no superestatal. Esta no es una cuestión de palabras, es una cuestión de categorización política.

El PCPE siempre defendió el carácter supraestatal de la UE en la medida en que analizábamos que las distintas oligarquías nacionales sacrificaban parte (y sólo parte) de las tradicionales atribuciones estatales como forma de garantizar una coordinación paneuropea de las oligarquías en el escenario de las luchas interimperialistas con los otros polos imperialistas (EEUU, Japón, los BRICS, etc.), insertas en una dialéctica de unidad y lucha con las restantes oligarquías.

Desde esa posición siempre hemos mantenido que ese carácter supraestatal de la UE no niega que el marco central de la lucha de clases sigue siendo el estado-nación. Esa propia dialéctica de unidad y lucha contra las otras oligarquías lleva a cada una de ellas a tratar de garantizarse su propio mercado nacional en exclusiva, como forma de acrecentar su poder y ser capaces de obtener un trozo mayor del pastel imperialista.

Por otro lado, el Partido siempre tuvo claro el peligro que entrañaba defender que la UE va en una dirección superestatal. Concebir a la UE como un “superestado” significa desconocer el papel que juegan los Estados nacionales en la dominación capitalista como herramientas de la lucha de clases. Difumina a las distintas oligarquías en una única, olvidando las profundas contradicciones que continuamente se manifiestan entre ellas (de lo cual un reflejo son las profundas disensiones en torno a la Política Común de Seguridad y Defensa).

La concepción superestatal de la UE vela ante los ojos de la clase obrera las pugnas interoligárquicas que se dan en su seno y cómo la articulación de los distintos países en el polo imperialista europeo se produce en función de la fuerza que cada oligarquía particular puede poner sobre la mesa.

El producto de esta concepción es el alejamiento de la lucha de clases hacia un espacio vago, por inexistente, y contra un enemigo indefinido, por su esencia. Todo lo cual supondría un acrecentamiento de las dificultades de los partidos comunistas para organizar a la clase obrera.

De ahí que durante estos 30 años el Partido haya negado la existencia de unos “Estados Unidos de Europa”, caracterizando correctamente el llamado “proceso de construcción europeo” como la constitución de un polo imperialista, auténtica estrategia de las antiguas oligarquías imperialistas europeas por mantener una posición fuerte en el escenario de saqueo mundial capitalista.

Armiche Carrillo