En la sociedad de clases, mientras las clases dominantes ostentan el poder para mantener su estatus y su autoridad a través de la violencia, a veces más laxa (la alienación y el control de la opinión pública) y otras más explícita (represión física, recurso del fascismo, ilegalizaciones, sanciones penales, económicas, etc...), las clases populares y el conjunto de la masa oprimida, en la medida en la que padecen la opresión diaria del capitalismo y soportan el peso de mantener a las clases parasitarias, comprenden la necesidad de organizarse para enfrentar estos problemas de manera colectiva.

Este tipo de organización en torno a problemas cotidianos del día a día es la más simple de todas las formas de organización política, dado que por su carácter intrínseco, no deja de ser una mera lucha por reformas del sistema de opresión capitalista (es decir, no revolucionaria), pero su importancia recae en que su acumulación cuantitativa sumada a la teoría del socialismo, es decir, el desarrollo del trabajo y las experiencias de lucha reformista práctica -las derrotas y victorias en este campo-  ligado al papel de la militancia comunista y revolucionaria que acompaña y se funde con las masas, es lo que hace avanzar realmente en la creación de la conciencia revolucionaria y el avance de la lucha de clases situando en mejores posiciones al pueblo trabajador. Esa es la conexión del Partido con las masas.

Entendiendo de forma clara que son las masas las que hacen la revolución, pero solo a través de la intervención del Partido que aporta el elemento revolucionario, el salto cualitativo, tenemos lo siguiente:

1- Es fundamental la multiplicación de la organización de las masas en distintos frentes, allá donde estas detectan los problemas más cercanos y contradicciones del capitalismo y con las que están más sensibilizadas (sindicatos, asociaciones de vecinos, plataformas, comités barriales, organizaciones de mujeres, estudiantiles, republicanas, solidaridad, antiimperialismo...).

2- Sin una dirección revolucionaria, que debe imprimirle la militancia comunista, estas luchas reformistas son totalmente estériles e incluso útiles al capitalismo (dotando de legitimidad social al sistema, y convirtiéndolas en reguladoras de los excesos del capital).

3- La fusión de estos dos elementos: la masa “reformista” organizada y la militancia comunista que aporta el factor consciente, debe darse de forma natural y no impuesta, en un proceso de maduración del aprendizaje de esa conciencia que solo se desarrollará a través de la experiencia de lucha conjunta y la intervención acertada de la militancia revolucionaria. 

1. Frentes de masas. La conexión de las masas con la lucha de clases.

Los frentes de masas son expresiones naturales de estas en base a necesidades y problemas concretos que reproduce el capital. Decir tajantemente que no son creaciones artificiales sería anti-dialéctico, puesto que toda expresión social colectiva parte de una experiencia concreta previa, pero si su creación es genuina, si es fruto de la organización espontánea desde la base, desde las mismas masas, le dará mucha más fuerza y legitimidad (véase los soviets rusos en 1905), además difícilmente podrá avanzar una propuesta organizativa que no sea vista como útil o práctica por parte de las masas.

Desde el punto de vista del papel de la militancia comunista y su intervención, si no estimulamos la creación política de las masas y las formas de expresión de estas, no será posible crear las condiciones para el avance de la lucha de clases.

El marxismo-leninismo como método, si no es llevado a la práctica es totalmente estéril. En este sentido, la militancia revolucionaria tiene la responsabilidad plena de acelerar la creación de las condiciones para el avance de la lucha de clases, y en momentos como el actual su intervención debe ser abono para la creación de tejido asociativo, formas de organización colectiva en base a problemas reales y palpables por parte del pueblo trabajador. La respuesta a las agresiones del capitalismo y su dominación pasa por empezar a articular esto.

2. De forma espontánea es inviable la superación del marco actual. El papel de la teoría revolucionaria es fundamental.

El papel genuino de las masas en la creación y desarrollo de los frentes es elemental, pero la lucha de estas sin una propuesta superadora del marco capitalista actual hacia el socialismo, sería el símil de una rueda de molino girando una y otra vez en la misma dirección, el movimiento por el movimiento sin un salto a un plano superior.

La principal tarea de la militancia revolucionaria es señalar de forma clara y pedagógica a las masas, el origen central de los problemas, centrado en la explotación del trabajo asalariado y el resto de contradicciones que imprime el principal motor del actual sistema de relaciones sociales, económicas y políticas: el ciclo de reproducción del capital. Todas las contradicciones giran en torno a esta cuestión, y cada una de ellas tiene una importancia clave. Minusvalorar cualquier contradicción que muestra el capitalismo para restarle valor, alegando que hay otras contradicciones de mayor importancia, sería convertir nuevamente el método marxista en una caricatura como tantas veces en la historia se ha empeñado en imponer el oportunismo de izquierda y derecha. Cada contradicción es una trinchera de lucha que no se puede regalar al enemigo de clase, dado que ofrecen un espacio para el desarrollo de la lucha y su elevación política. 

3. La toma de conciencia como proceso de avance dialéctico. El acompañamiento de las masas y la fusión con ellas en su experiencia de lucha.

La conciencia es un proceso de desarrollo que se basa en la propia experiencia de las masas, y siempre debe ser un proceso natural. La conciencia no se impone, se acompaña y se eleva. Y solo es posible hacerlo con una intervención revolucionaria acertada, tanto por aportar una propuesta política acertada y justa, como por realizar un papel de vanguardia ejemplar en la práctica, en el día a día junto a las masas. De ahí que la denominación del papel de vanguardia tenga un doble sentido, teoría y práctica, propuesta e intervención.

Si las y los comunistas no somos capaces de comprender el nivel de conciencia concreto de las masas en un momento y lugar determinado, no podremos revolucionarlo.

Para ello cada comunista debe ser un agente social que aspire a conocer al máximo el campo en el que trabaja, el frente de masas donde interviene y del que forma parte. No se puede ver a la militancia comunista como algo ajeno a este frente de masas, sino como parte de el.

De esta manera sabrá aplicar de manera acertada la teoría revolucionaria y bajar hasta el estado de conciencia actual de dichas masas, para poder elevarlo a través de la intervención y la lucha práctica junta a estas. Solo así se produce el proceso de fusión con las masas, y entonces es en el proceso de la experiencia de lucha que se consiguen los avances tan necesarios hoy para la lucha de clases.

Conclusión.

Para medir el grado de avance del proyecto revolucionario solo podremos medirlo en la medida que seamos capaces de incrementar la militancia revolucionaria en los frentes de masas, tanto cuantitativa como cualitativamente (de poco serviría tener cinco mil militantes en frentes de masas, si estos no tienen iniciativa y un papel activo, siendo capaces de llevar la propuesta política del Partido para cada uno de estos frentes).

Sabremos que el proyecto avanza, en la medida en la que comprobemos de aquí a unos años que el número de cuadros comunistas que intervienen activamente en sindicatos, asociaciones de mujeres, plataformas de pensionistas, asociaciones de vecinos, sindicatos estudiantiles, etc..., incrementa.

La intervención directa del Partido es esencial, pues nos sirve para colocar directamente nuestra propuesta a las masas. Pero el avance de la propuesta política del Partido, a través de su puesta en marcha directamente por parte de las masas desde sus frentes, debido a una comprensión plena y a que asumen esa política como propia. Ese es el papel superior de la intervención comunista como agentes sociales revolucionarios. Esa es la dirección en la que tiene que enfocarse toda intervención.

Francisco Valverde