Decía Franco que la Fiesta de los Trabajadores era una conjura rojo-masónica. Cosas del fascismo. Por ese motivo, y después de abolirla mediante decreto el 12 de abril de 1937, la remplazó con la venia del Papa de Hitler, Pío XII, por la de San José Artesano, un casto, próvido e indulgente patrono de Nazaret encargado de proteger a los currantes. Puro surrealismo. Al tétrico 18 de julio, día de la Exaltación del Trabajo, se le unía así una retahíla de misas por todo el país para que los trabajadores, en vez de luchar, rezaran. Cosas de santurrones, colegas de los fascistas. Y todos, militares, oligarquía y clero, tan contentos. La clase obrera como entelequia del delirio franquista.

En fin, el caso es que si alguien quería saber en aquella España de sable y escapulario qué representaba para los obreros del mundo entero el Primero de Mayo, y qué ocurrió en Chicago el 11 de noviembre de 1887, tenía que oír La Pirenaica, una emisora creada en Moscú el 22 de julio de 1941 por el Partido Comunista de España o leerse Mundo Obrero, el periódico de los comunistas hispanos. Así supimos que ese día se celebraba en recuerdo de la condena de 8 dirigentes obreros, 5 de ellos ejecutados por el gobierno de Estados Unidos después de numerosas jornadas de huelgas y manifestaciones para imponer a la patronal yanqui la jornada de 8 horas. José Martí, líder de la independencia cubana, relataba así la aplicación aquel día de la pena máxima: “… Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos… abajo la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… plegaria es el rostro de Spies, firmeza el de Fischer, orgullo el de Parsons, Engels hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita que la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora… los encapuchan, luego una señal, un ruido, la trampa cede, los cuerpos cuelgan y se balancean en una danza espantable…”. Ciento treinta años han pasado desde entonces y aquella voz no ha podido acallarla ni Franco, ni la Iglesia, ni todos los desencantos políticos habidos y por haber.

Un programa de futuro

Hoy, en este Primero de Mayo, inscrito en unas condiciones históricas de particular tensión internacional a causa de la política belicista del representante del capitalismo norteamericano, el multimillonario Donald Trump, millones de trabajadores de todo el mundo se manifiestan por la justicia social, contra los continuos ataques a los derechos laborales y sociales adquiridos tras muchos años de luchas y contra el imperialismo que pone en peligro la paz mundial. Por nuestra parte, el PCPE, en un contexto político estatal dominado por la confabulación y el oportunismo más execrable, y dentro del año del centenario de la Revolución de Octubre, sostiene las luchas de las y los trabajadores en todos los sectores donde hoy tienen lugar, defiende unos servicios públicos que garanticen una sanidad y educación dignos de esos nombres, se opone al paro masivo que gangrena la vida de los verdaderos creadores de riqueza, y combate su sobreexplotación por un capitalismo enardecido con la actual desmovilización obrera y el derrumbe del “bloque socialista”. Para ello propone un Frente Obrero y Popular por el Socialismo que sea capaz también de hacernos salir del euro, de la Europa capitalista y xenófoba y de la organización criminal de la OTAN. Todo un programa de futuro a reivindicar en esta fiesta del proletariado internacional, pese a los denodados intentos de la burguesía por convertirla en un acto testimonial, cuando no, en una reliquia del pasado.

José L. Quirante

 

 

 

 



 

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